domingo, 23 de noviembre de 2008

Capítulo 3 Parte 8 - La Escenita

Llevaba toda mi vida soñando, montándome historias mágicas en mi cabeza y creando películas ficticias en las que yo era la protagonista y siempre me pasaba algo mágico, algo sobrenatural y único, soñando con que encontraría un hombre arriesgado, pasional y decidido que me robaría el corazón, y creyendo también que la realidad nunca igualaría esos sueños tan maravillosos ni me regalaría con algo tan sorprendente.
Pero lo que me había pasado esta noche superaba todos aquellos sueños, superaba todas mis fantasías y era tanto así que hasta me costaba creer lo que había pasado.

Los próximos días transcurrían con normalidad: ensayos, cenas, reuniones, y Carolina con su libro del tarot para arriba y para abajo. Xavier aprovechaba cualquier mínima oportunidad para acercarse a mí e intentar filtrear conmigo pero yo no estaba por la labor, sólo podía pensar en mi cita sobrenatural del Lunes y la próxima que me aguardaba el jueves.

No paraba de pensar en la proposición que me había hecho Alexandro, ser inmortal... eso es algo por lo que mucha gente se hubiera lanzado en picado hacia sus colmillos o por los que muchos darían todo el dinero del mundo, pero para mí, estar vivo eternamente representaba una cárcel, una condena, no habría salida y llegaría un día en que ya lo habría vivido todo, una y otra vez.
Sin embargo, ver la vida como finita, significaba poco tiempo, poco tiempo para viajar por el mundo entero, para estudiar todo lo que se quiera aprender, para ver la evolución del mundo y de la humanidad a través de los siglos, significaba que quizás no me daría tiempo de hacer todo lo que deseaba hacer en esta vida y, visto así la idea podría llegar a ser bastante atrayente.

Cuando iba a ensayar miraba a mis compañeros y pensaba en que perdería todo aquello si aceptaba la propuesta de Alexandro, ¿Qué iba a hacer una vampira en un grupo de teatro?, ¿Podría controlar mi sed de sangre en presencia de humanos los primeros meses?. A Alexandro le costaba no herir a alguien y seguro que llevaba muchos años entrenándose para vivir entre humanos, yo no estaba segura de poder hacerlo y tendría que sacrificar por lo menos durante un largo período de tiempo la vida que llevaba, mi profesión, mis amigos, mi familia... un precio muy caro que tendría que pagar por estar con Alexandro, un hombre que aún no conocía muy bien y que podía enseñarme la otra cara de la moneda en cualquier momento.

Joan se acercó para sacarme de mis pensamientos, sonrió con consideración hacia mi y me dijo que era mi turno de actuar y ensayar mi escena con Berta, miré su cara, Joan ya tenía una expresión en su rostro inconfundible, la expresión de una persona que ha vivido mucho, que ha disfrutado mucho de la vida, los pliegues de su cara que, aunque aún era joven, le hacían parecer sabio y experimentado, un rostro que yo no tendría nunca si aceptaba cambiar de vida para siempre y los únicos pliegues que experimentaría en mi vida por la experiencia de los años solo quedarían reflejados en mi alma, porque mi rostro sería para siempre tan liso y jovial como el de Alexandro.

Ensayamos muy amenamente, yo estaba como flotando en el escenario, disfrutando de cada frase, saboreando cada escena y viviendo cada momento con intensidad, por que si aceptaba la oferta de la inmortalidad, lo mejor sería disfrutar de eso mientras durara.

Xavier volvió a la carga después de las funciones y se ofreció a acompañarme a casa y a comer en algún puesto callejero para poder charlar mientras paseábamos. La noche era hermosa y tranquila, la ciudad estaba envuelta en una rutina cómoda e iluminada por las farolas de la calle, Xavier y yo caminábamos la mayor parte del tiempo en silencio y mirando a nuestro alrededor para divisar donde comprar algo para comer y acabamos por comprar unos trozos de pizza y unas latas de cocacola para engullirlas de manera tranquila en algún parquecito rodeado de árboles.

La charla no era demasiado profunda, hablábamos de los ensayos de la obra y hacíamos comentarios halagadores sobre nuestros compañeros. Después de cenar la pizza y las cocacolas, me encendí un cigarrillo y me quedé en silencio porque no sabía de que podía hablar con Xavier para no darle esperanzas de ningún tipo, yo estaba muy confundida ya en mi vida como para meterme en más líos y él claramente iba buscando algo que yo no podía darle.

Nos levantamos de la hierba para acercarnos al camino central del parque cuando Xavier me rodeó por la cintura y me arrastró suavemente hacia un árbol, me apoyo contra el tronco del enorme árbol y me miro fijamente a los ojos con unos ojos brillantes y relampagueantes que hablaban más de lo que podrían haber hecho sus palabras, acercó sus labios a los mios y cuando yo me disponía a apartarle de mi, oí como una voz delicada y suave me llamaba.

-Susana- repitió la voz que me hizo girar y apartarme de Xavier antes de que consumara su beso. Era Eleonor la esposa de Arturo, sentí un alivio enorme cuando la vi y a la vez angustia de pensar que ella malinterpretaría la escena y se lo contaría erróneamente a Alexandro.
-Eleonor, que sorpresa! , te presento a mi amigo Xavier, esta en el grupo de teatro conmigo- observé la cara de decepción de Xavier y el gesto de enfado que tenía en sus ojos.
-Hola- contestó escuetamente y enfurruñado.
-Susana, siento mucho no haber venido a ver tu obra, Arturo y yo hemos estado fuera y Alexandro no nos ha hablado al respecto. Pero te prometo que vendremos a verte pronto- sonrió con una bella expresión que pareció aplacar a Xavier.
-¿Quienes son Arturo y Alexandro?- me miró Xavier con muchisimo interés.
-eh... bueno... Arturo es el marido de Eleonor y Alexandro... es... un buen amigo- se me atascaban las palabras en la boca, era la primera vez que hablaba de ellos con alguien.
-Bueno preciosa, espero no haber interrumpido nada, nos vemos pronto- Eleonor me dio un beso en la mejilla y se marchó.

-Te acerco a tu casa y nos vemos mañana en el ensayo, será mejor que me vaya cuanto antes- refunfuñé con contundencia y le insté a que me siguiera hasta el coche.
Xavier estaba contrariado, ver mi reacción de enfado cuando se supone que debería estar feliz por haberme intentado besar no le cuadraba en sus planes. Le acerqué a su casa sin pronunciar una palabra en todo el camino y como despedida sólo conseguí emitir un sonido grave y descortés que bien podría haberse comparado a un rugido.

Volví a mi casa fumando ansiosamente y preguntándome si Eleonor sabía que Alexandro era un vampiro o quizás ella y su marido también lo fueran.

Continuará...

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Rojo con Sangre - Conociendo a los Vampiros

Crónicas.