domingo, 23 de noviembre de 2008

Capítulo 3 Parte 8 - La Escenita

Llevaba toda mi vida soñando, montándome historias mágicas en mi cabeza y creando películas ficticias en las que yo era la protagonista y siempre me pasaba algo mágico, algo sobrenatural y único, soñando con que encontraría un hombre arriesgado, pasional y decidido que me robaría el corazón, y creyendo también que la realidad nunca igualaría esos sueños tan maravillosos ni me regalaría con algo tan sorprendente.
Pero lo que me había pasado esta noche superaba todos aquellos sueños, superaba todas mis fantasías y era tanto así que hasta me costaba creer lo que había pasado.

Los próximos días transcurrían con normalidad: ensayos, cenas, reuniones, y Carolina con su libro del tarot para arriba y para abajo. Xavier aprovechaba cualquier mínima oportunidad para acercarse a mí e intentar filtrear conmigo pero yo no estaba por la labor, sólo podía pensar en mi cita sobrenatural del Lunes y la próxima que me aguardaba el jueves.

No paraba de pensar en la proposición que me había hecho Alexandro, ser inmortal... eso es algo por lo que mucha gente se hubiera lanzado en picado hacia sus colmillos o por los que muchos darían todo el dinero del mundo, pero para mí, estar vivo eternamente representaba una cárcel, una condena, no habría salida y llegaría un día en que ya lo habría vivido todo, una y otra vez.
Sin embargo, ver la vida como finita, significaba poco tiempo, poco tiempo para viajar por el mundo entero, para estudiar todo lo que se quiera aprender, para ver la evolución del mundo y de la humanidad a través de los siglos, significaba que quizás no me daría tiempo de hacer todo lo que deseaba hacer en esta vida y, visto así la idea podría llegar a ser bastante atrayente.

Cuando iba a ensayar miraba a mis compañeros y pensaba en que perdería todo aquello si aceptaba la propuesta de Alexandro, ¿Qué iba a hacer una vampira en un grupo de teatro?, ¿Podría controlar mi sed de sangre en presencia de humanos los primeros meses?. A Alexandro le costaba no herir a alguien y seguro que llevaba muchos años entrenándose para vivir entre humanos, yo no estaba segura de poder hacerlo y tendría que sacrificar por lo menos durante un largo período de tiempo la vida que llevaba, mi profesión, mis amigos, mi familia... un precio muy caro que tendría que pagar por estar con Alexandro, un hombre que aún no conocía muy bien y que podía enseñarme la otra cara de la moneda en cualquier momento.

Joan se acercó para sacarme de mis pensamientos, sonrió con consideración hacia mi y me dijo que era mi turno de actuar y ensayar mi escena con Berta, miré su cara, Joan ya tenía una expresión en su rostro inconfundible, la expresión de una persona que ha vivido mucho, que ha disfrutado mucho de la vida, los pliegues de su cara que, aunque aún era joven, le hacían parecer sabio y experimentado, un rostro que yo no tendría nunca si aceptaba cambiar de vida para siempre y los únicos pliegues que experimentaría en mi vida por la experiencia de los años solo quedarían reflejados en mi alma, porque mi rostro sería para siempre tan liso y jovial como el de Alexandro.

Ensayamos muy amenamente, yo estaba como flotando en el escenario, disfrutando de cada frase, saboreando cada escena y viviendo cada momento con intensidad, por que si aceptaba la oferta de la inmortalidad, lo mejor sería disfrutar de eso mientras durara.

Xavier volvió a la carga después de las funciones y se ofreció a acompañarme a casa y a comer en algún puesto callejero para poder charlar mientras paseábamos. La noche era hermosa y tranquila, la ciudad estaba envuelta en una rutina cómoda e iluminada por las farolas de la calle, Xavier y yo caminábamos la mayor parte del tiempo en silencio y mirando a nuestro alrededor para divisar donde comprar algo para comer y acabamos por comprar unos trozos de pizza y unas latas de cocacola para engullirlas de manera tranquila en algún parquecito rodeado de árboles.

La charla no era demasiado profunda, hablábamos de los ensayos de la obra y hacíamos comentarios halagadores sobre nuestros compañeros. Después de cenar la pizza y las cocacolas, me encendí un cigarrillo y me quedé en silencio porque no sabía de que podía hablar con Xavier para no darle esperanzas de ningún tipo, yo estaba muy confundida ya en mi vida como para meterme en más líos y él claramente iba buscando algo que yo no podía darle.

Nos levantamos de la hierba para acercarnos al camino central del parque cuando Xavier me rodeó por la cintura y me arrastró suavemente hacia un árbol, me apoyo contra el tronco del enorme árbol y me miro fijamente a los ojos con unos ojos brillantes y relampagueantes que hablaban más de lo que podrían haber hecho sus palabras, acercó sus labios a los mios y cuando yo me disponía a apartarle de mi, oí como una voz delicada y suave me llamaba.

-Susana- repitió la voz que me hizo girar y apartarme de Xavier antes de que consumara su beso. Era Eleonor la esposa de Arturo, sentí un alivio enorme cuando la vi y a la vez angustia de pensar que ella malinterpretaría la escena y se lo contaría erróneamente a Alexandro.
-Eleonor, que sorpresa! , te presento a mi amigo Xavier, esta en el grupo de teatro conmigo- observé la cara de decepción de Xavier y el gesto de enfado que tenía en sus ojos.
-Hola- contestó escuetamente y enfurruñado.
-Susana, siento mucho no haber venido a ver tu obra, Arturo y yo hemos estado fuera y Alexandro no nos ha hablado al respecto. Pero te prometo que vendremos a verte pronto- sonrió con una bella expresión que pareció aplacar a Xavier.
-¿Quienes son Arturo y Alexandro?- me miró Xavier con muchisimo interés.
-eh... bueno... Arturo es el marido de Eleonor y Alexandro... es... un buen amigo- se me atascaban las palabras en la boca, era la primera vez que hablaba de ellos con alguien.
-Bueno preciosa, espero no haber interrumpido nada, nos vemos pronto- Eleonor me dio un beso en la mejilla y se marchó.

-Te acerco a tu casa y nos vemos mañana en el ensayo, será mejor que me vaya cuanto antes- refunfuñé con contundencia y le insté a que me siguiera hasta el coche.
Xavier estaba contrariado, ver mi reacción de enfado cuando se supone que debería estar feliz por haberme intentado besar no le cuadraba en sus planes. Le acerqué a su casa sin pronunciar una palabra en todo el camino y como despedida sólo conseguí emitir un sonido grave y descortés que bien podría haberse comparado a un rugido.

Volví a mi casa fumando ansiosamente y preguntándome si Eleonor sabía que Alexandro era un vampiro o quizás ella y su marido también lo fueran.

Continuará...

---

sábado, 15 de noviembre de 2008

Capítulo 3 Parte 7 - La Petición

Alexandro se acercó y me tomó de la mano para levantarme del sofá.

-Deberíamos hablarlo mientras cenamos, se está haciendo tarde- y me llevó con él a la habitación contigua que tenía una mesa larga y llena de sillas como si estuviera preparada para una veintena de comensales.
Él se sentó en la cabecera de la mesa y a mí me indicó que me sentara a su derecha, al cabo de unos minutos apareció Eduardo por la puerta acompañado de dos señoras más del servicio, venía empujando un carrito que contenía diversos platos y bebidas y con presteza y velocidad, entre los tres habían preparado la mesa con la cena en un abrir y cerrar de ojos. Dejaron el carrito vacío y se marcharon en silencio hacia el interior de la casa.

-Cada vez me sorprende más tu casa, es tan grande que se podría ir de habitación en habitación y nunca acabar de conocerla del todo- le miraba curiosa pensando si esta vez iba a probar la comida o no.
-Puedes venir cuando quieras, quiero que te sientas como en tu propia casa- sonrió y cogió los cubiertos para cortar en trozos pequeños el bistec que nos había preparado el cocinero.
-¿De verdad vas a comer?, se supone que los vampiros no comen- no aguanté más la curiosidad.
-Está bien, me has convencido, no comeré nada, hoy ya he bebido bastante- y dejó los cubiertos en la mesa.
-Pero.... me lo explicas o que?- sentía que me había dejado exactamente con la misma intriga que antes.
-Verás, nosotros vivimos sólo de sangre y podríamos pasar años sin comer, sólo bebiendo sangre, pero si comemos no nos pasa nada malo, es simplemente un acto que no nos produce ningún placer pero que es muy conveniente para aparentar delante los humanos, pero ahora que lo sabes, no tengo porqué aparentar nada delante de ti, es un alivio- levantó las cejas en un gesto de autosuficiencia.
-¿Y que pasa si no hay sangre? ¿Tendrías que comer de esto?- yo si comía porque mi estómago humano me recordaba que tenía hambre y que necesitaba algo para recuperar energía.
-Bueno, la sangre nos mantiene jóvenes, si no hay sangre tendríamos que comer de esto, como dices tú, pero nuestro cuerpo empezaría a degradarse como lo hace el vuestro aunque con mucha más lentitud, claro.- Se levantó para poner un poco de música.

La habitación era enorme como las demás y empezó a llenarse de sonidos por todos los rincones cuando empezó a sonar el great-hits de red hot chili peppers.
-¿Es tu grupo favorito verdad?, lo escuchabas en tu coche el día que nos conocimos- Y volvió para sentarse en la mesa a mi lado.
-¿Cómo sabes todo eso?- me daba miedo imaginarme el alcance de sus poderes.
-Sé muchas cosas de ti. Veo que ahora ya estás más tranquila- y me obsequió con una sonrisa espléndida que dejaba al descubierto sus perfectos dientes.
-Bueno, ¿me dirás ahora que quieres de mi?- No quería que la conversación se saliera más de su curso central.
-Quiero que seas mi compañera, mi novia, mi amiga y mi amante, quiero que estemos juntos y que compartamos nuestras vidas- se quedó tan serio que parecía aquello una proposición de matrimonio, sólo que sin anillo de por medio.
-Pero para ser tu... todo eso, tendría que ser como tú, ¿no?- dejé los cubiertos en la mesa y dejé de comer al momento.
-Si, eso era lo que quería pedirte, que me dejaras transformarte, que me dejaras compartir mi vida y lo que soy contigo- sus ojos empezaron a brillar de un modo extraño, incluso parecía como si estuvieran cambiando de color.
-No quiero ser una chupasangre, no quiero herir a nadie, no quiero matar, no quiero ser inmortal, la vida es hermosa pero la vida eterna debe ser algo tan irracional que me volvería loca, no podría soportarlo. Te quiero Alexandro, y la verdad es que no sé porque te quiero de este modo, te quiero tanto que duele, siento cada poro de mi piel despertar cuando estás a mi lado, pienso en ti todos los días y todo el día, deseo verte, tocarte, sentir tus labios en los mios, anhelo verte cuando no estás y nunca había sentido algo tan intenso y tan profundo por nadie, no creo que nadie en el mundo pueda volver a conseguir que me sienta de este modo, que la pasión me queme por dentro, que la ansiedad por estar a tu lado me haga temblar y que la adrenalina me haga sentir tan viva, pero lo que me estás pidiendo es una locura, es lo peor que alguien me podría haber pedido, no soy una asesina- me levanté de la mesa para intentar calmarme, estaba demasiado alterada.

-No tendrías que cazar nunca, yo lo haría por ti, hay muchas formas de conseguir sangre sin matar a nadie, sin herir a nadie, serías joven siempre y estaríamos juntos para siempre, yo te daría toda la sangre que necesites para vivir sin que tu tengas que mover un dedo, pero por favor, reconsidera lo que te pido, si tanto me amas, no cortes las alas a este amor, yo te amo más de lo que tu me puedas llegar a amar a mi, yo te he estado esperando durante muchos años y ahora que te he encontrado no quiero perderte, quizás es que has visto demasiadas películas pero no es tan horrible como crees- Estaba ya de pie a mi lado, suplicándome como nunca nadie me había suplicado jamás, estaba tan hermoso, tan sensible, tan... desesperado por mi respuesta positiva que sentí deseos de abrazarle y tranquilizarle, le miré con compasión y lo apreté contra mi pecho con tanta fuerza que parecíamos uno solo.

Empecé a llorar y mis lágrimas caían en su espalda como si fuera una cascada que baja por la montaña, el también sollozaba, pero no notaba sus lágrimas, sólo su dolor.
No quería soltarle de ese abrazo, me sentía plena entre sus brazos, protegida, segura y amada y era él el hombre que yo quería para estar a su lado de por vida.

-Déjame pensarlo- le susurré al oído, -Esto que me pides es muy difícil para mí, necesito asimilar todo lo que he descubierto hoy- y le solté del abrazo.
-Por favor confía en mi, hay formas de beber sangre sin hacer daño a nadie, yo te lo puedo demostrar, la eternidad será dulce si estamos juntos, piensalo el tiempo que necesites, yo te estaré esperando- y me besó en la frente de una forma tan amorosa que tuve que volver a abrazarle.
-Escucha, es tarde, vamos, te llevaré a tu casa, no quiero que nadie se preocupe por ti- me cogió de la mano y nos dirigimos a su maravilloso Opel Tigra.

Esta vez no puso música en el coche, íbamos en silencio y yo encendí un cigarrillo para intentar despejarme un poco.
-Tu ritual ha surgido efecto, no te he hecho daño- soltó una carcajada mientras rompía el silencio.
-¿Cómo sabes lo del ritual?- le miré con enfado.
-Te estuve observando, de todos modos aunque no hubieras hecho el ritual no pensaba hacerte daño, te quiero- acercó su mano a mi rodilla.
-Pero no había nadie en la habitación, me aseguré de ello- tenía mi ceño marcado de la crispación que me producían sus palabras.
-Puedo verte de muchas formas, ya te lo contaré todo poco a poco, no seas impaciente, por cierto, no le cuentes a nadie todo esto, debe ser un secreto- apretó con fuerza su mano sobre mi rodilla.
-Nadie me creería, acabaría envuelta en una camisa de fuerza- y solté una carcajada que él también compartió.
-¿Y como es que dices que me amas si apenas me conoces?- quería aprovechar el poco rato que nos quedaba juntos para hacerle todas las preguntas posibles.
-Yo te conozco muy bien a ti, mejor de lo que tu imaginas, soy yo el que se pregunta como me puedes querer tú a mi si tu eres la que no me conoce bien- soltó mi rodilla y agarró el volante con ambas manos.
-No me hagas piropearte más de lo que ya he hecho esta noche, eres especial y desde que te conocí lo supe, me conquistaste enseguida o... ¿es que acaso has utilizado tu poder en mí para que yo crea que te quiero?- le miré seria, pues ahora empezaba a dudar de la naturalidad de mis sentimientos.
Soltó una carcajada sonora y profunda y apartando completamente la mirada de la carretera para posarla en mí me dijo:
-Nunca he usado ese poder contigo, sólo para mirarte o escuchar lo que dices en tu mente, pero no para manipularte, no tendría gracia tener al lado a alguien que en realidad no te quiere, sería patético, ¿no crees?- y volvió de nuevo su mirada a la carretera.
-¿Mi mente? , ¿Lees mi mente?- me dejó más asombrada de lo que ya estaba.
-Hemos llegado. ¿Te parece bien si nos vemos el jueves después de la obra? vendré a buscarte al teatro.
-De acuerdo, tenemos mucho de que hablar- salí del coche aún temblorosa y me costaba encontrar las llaves de la portería dentro de mi bolso, cuando por fin las encontré y pude abrir la puerta, me giré para darle una última mirada de despedida a Alexandro, pero cuando me giré él ya se había marchado y yo apenas había escuchado el rugido del motor.

---

Capítulo 3 Parte 6 - La Prueba

Alexandro cogió su copa y la llenó de sangre, la puso en la mesa y luego me miró fijamente. Yo le correspondí la mirada, le miraba retadoramente para hacerle desistir de su juego estúpido y demostrarle que nos estaba haciendo perder el tiempo a ambos.

Después de unos segundos, una especie de adrenalina empezó a recorrerme el cuerpo, me sentía cálida, preciosa e inmensamente feliz, era como si estuviera drogada del elixir de el amor y la alegría, me sentía liviana y como si estuviera flotando en el aire. No había gravedad, no había miedo, no había preocupación, no había tristeza, ni dolor ni angustia, sólo paz, una inmensa paz infinita.

Seguía mirándole a los ojos, pero algo en él había cambiado, se había vuelto más brillante, más hermoso, más etéreo. Era como si tuviera un ángel delante de mí que me estaba mirando y ofreciendo la más milagrosa de las sonrisas. Miré a mi alrededor y toda la habitación había cambiado también, había mucha luz, había una especie de olor a flores que me rodeaba, un olor acogedor y seductor que envolvía a Alexandro y me envolvía a mí. Era un ambiente místico y celestial digno del mejor sueño de mi vida, debía estar soñando o algo así, alucinando, porque nada de eso era posible en la realidad.

Abrió su rosada boca con sigilo y moviendo sus suaves labios muy lentamente, dejó salir de su garganta la voz más cálida, varonil y sensual que jamás había oído, una voz que casi podía sentir que me acariciaba, que me envolvía, que me abrazaba:

-Por favor, bebe un poco de sangre- Cogió la copa de la mesa y me la extendió en un gesto que se me antojó celestial.
Mi cabeza empezó a razonar con velocidad, recordaba el reto que me había propuesto, recordaba que le había prometido que nunca bebería sangre y que no podría hacerme cambiar de opinión, pero él tenía su bella y blanca mano extendida hacía mí con una copa que resplandecía y me auguraba el más exquisito brebaje que jamás hubiera podido beber.
Primó en mí el sentimiento de magnetismo, magia y erotismo y cogí la copa que me ofrecía, la miré fijamente dubitativa y la olisqueé para intentar recordarme que eso era sangre y que aún podía negarme a caer en su hipnosis.
Pero cuando olí el líquido, no olía a oxido o al típico olor ácido de la sangre, olía a frutas salvajes, a manantial cristalino, olía a placer.

-Bebe- repitió sin dejar de mirarme a los ojos.
-¿Cómo puedo estar sintiendo esto?- Le decía mientras continuaba una pequeña lucha en mi interior.
-Soy yo, yo te hago sentir eso, es por mi condición, pero no te lo cuestiones, disfruta de lo que sientes y disfruta del elixir que te ofrezco, bebe- y acercó la copa a mis labios.

Cerré los ojos y lo bebí todo como si no hubiera bebido nada durante semanas, sentí como bajaba el bálsamo por mi garganta y como mi cuerpo parecía resplandecer.
El me miraba y sonreía, estaba tan hermoso que tenía ganas de echarme en sus brazos y quedarme ahí para siempre.
-Vuelve ya, tenemos que hablar- Y me quitó la copa de la mano.

Mi cuerpo empezó a sentir el peso de la gravedad de nuevo, el perfume se desvanecía del aire y la luz se iba atenuando hasta dejar la habitación en la anterior luz mortecina que emanaba de las lámparas de la pared.

-¿Me crees ahora?- Sonrió victorioso.
-He bebido sangre- Me costaba reconocerlo, pero tal y como él me había asegurado me acordaba de todo lo que había sucedido.
-Lo que has sentido tú, ese placer indescriptible, es lo que yo siento cada vez que bebo sangre humana, te lo he hecho sentir a ti para que me comprendas mejor- Y me cogió del brazo para que volviéramos a sentarnos en el sofá.
-¿Y porqué no usas los colmillos como todos los vampiros?, ¿Porqué haces que tus víctimas se corten ellos mismos?- empezaban a surgir todas mis dudas ahora que me había convencido de que realmente era un vampiro.
Puso los ojos en blanco y soltó una carcajada, -Claro que puedo usar los colmillos, los he usado durante muchos años, pero ahora no me puedo permitir dejar víctimas con marcas de colmillos en el cuello o en los brazos, empezarían a sospechar de nosotros y a creer que los vampiros si existen, no podemos dejar pistas, así que simplemente utilizamos nuestro don de manipulación mental para hacerlo todo un poco más limpio, sin dejar rastro ¿Entiendes? Además, ¿acaso tu no cortas la carne con cubiertos antes de llevarla a la boca? No la comes a mordiscos como si fueras un animal salvaje o como si fueras de la prehistoria, así mismo podemos decir que... nosotros usamos cubiertos para comer también.- cogió mi mano de nuevo, esperando una reacción por mi parte.

-Osea que te alimentaste de la chica de tu fiesta, de Xavier y de la chica de Halloween, eres algo así como un monstruo- Volví a retirar mi mano de la suya.
-Oh no, si fuera un monstruo mataría a la gente y yo no mato a nadie, aunque no niego que alguna vez lo hice- su rostro estaba pensativo, como si se hubiera sumido en sus recuerdos del pasado.
-Pero estuviste a punto de matar a Xavier- le acusé sin piedad.
-Eso es diferente, no quería matarle, sólo apartarlo de tu lado por una buena temporada y ahora ha vuelto.- Se levantó para beber otra copa de sangre y me daba la espalda mientras se ponía la otra copa.
-¿Y que más te da que esté cerca de mi? Ahora que ha vuelto... ¿Está en peligro de nuevo?- volvían a temblarme las piernas y recuperé el temor en su total esplendor.
-No quiero que esté a tu lado porque soy yo quién quiere estar contigo... y no, no pienso hacerle nada esta vez, tengo una especie de intuición con respecto a ti y a mi, así que él no me preocupa por ahora- se giró de nuevo para beberse la copa a mi vista.
-¿Y qué quieres de mí?- me temblaban las manos mientras esperaba la respuesta.

---

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Capítulo 3 Parte 5 - El Secreto

Cuando apuró su copa, me miró y escrutiñó mi rostro como intentando descifrar mi gesto para ver si se había pasado de la raya o si había sido una buena manera de empezar a desvelarme su secreto.
-¿No bebes?- me miró con curiosidad. Y yo tarde unos segundos en contestar,
-¿eso era sangre humana o de animal?- Fue lo único que se me ocurrió decir finalmente.
-Humana- sentenció y yo me dejé caer en uno de los mullidos sofás que tenía a mi izquierda.

Empezó a sonreír, se acercó a mí y se sentó a mi lado, me cogió la mano y me acarició tiernamente.
-¿Estás bien?- Me susurró en un tono casi arrullador. Yo no sabía si debía retirar mi mano o dejarme hipnotizar por aquel príncipe macabro que me estaba mirando con ternura.
-¿Es una broma?, ¿Te gusta jugar conmigo?- Era realmente lo que pensaba yo, algo así era tan alucinante e inexplicable que tenía que ser una treta que se estaba jugando conmigo, no podía ser de otro modo.
-Desgraciadamente no es una broma, ¿Quieres que te lo explique o quieres atar cabos tu misma?- su semblante era serio y definitivamente con aquel rostro no podía estar mintiendo.
-Estoy demasiado aturdida como para pensar o analizar, lo único que se me ocurre ahora mismo como explicación a tu comportamiento, es que perteneces a una secta, adoras al diablo o algo por el estilo y entre tus ofrendas o ceremonias tienes que beber sangre y herir a tus víctimas escogidas.
Se echo a reír, parecía tan divertido con mi comentario que creí que su risa se prolongaría por horas y horas, nunca le había visto reírse de tal modo y yo no podía comprender el porqué de su risa, quizás fuera porque no tenía nada que ver con la realidad, pero quizás se reía fruto de sus nervios porque yo había conseguido dar en el blanco.
-No, no soy satánico- sonrió.
-Bien, pues explicámelo por favor, no llego a tanto- me rendí y dejé todo el peso de esa verdad en sus manos.
-¿Has oído hablar de Drácula?- me apretó de la mano con más fuerza.
Yo empecé a reír nerviosamente, no sabía porque me estaba hablando de Drácula en ese momento.
-¿Eres un fanático loco de las leyendas de Drácula y pretendes comportarte como él?- Temblaba al pensar que estaba justo delante de un chiflado.
-No- decía entre risas, - No quiero parecerme a Drácula, sencillamente soy como él, bueno.... más o menos...
-Vaya, pues si me estás diciendo que eres un vampiro, déjame decirte que te has equivocado de persona para tomar el pelo- Le miré con indignación y retiré con fuerza mi mano de la suya.
-Sabía que tendría que demostrártelo- Se levantó del sofá y llamó a Eduardo. Eduardo no tardó en aparecer y Alexandro le hizo señas como para que trajera algo. Se dio la vuelta y regresó para sentarse en el sofá conmigo.

Al cabo de un momento, entró de nuevo Eduardo a la gran habitación seguido de una linda jovencita, Eduardo hizo una especie de reverencia y se marchó dejándonos allí a los tres solos.
-Acércate- hizo el gesto grácil con la mano que la jovencita acató inmediatamente.
-¿Me conoces?- Le preguntó directamente a la joven y ella sonrió para posteriormente sentarse en uno de los abombados cojines de delante nuestro.
-Bueno, sólo habíamos hablado un par de veces por teléfono, cuando usted me llamó para ofrecerme trabajo como jardinera y hoy teníamos la entrevista, ¿Porqué me pregunta eso?- La chica sonrió con decoro.
Alexandro la miró fijamente a los ojos, estuvo unos segundos con su mirada fija en ella y le ordenó que se levantara y se sentara a su lado en el sofá.
-Susana, cuando veas lo que voy a hacer por favor no grites ni te asustes, confía en mí, no le voy a hacer daño, prométeme que guardarás la compostura y que no vas a salir corriendo, ¿De acuerdo?
-mmm, esto... de acuerdo, pero tengo un límite- mascullé con una voz temblorosa y odiosamente chillona.

-Beatriz, ¿Te llamas Beatriz, verdad?- la miraba tan fijamente que creí que iba a besarla.
-Si- musitó dulcemente la joven.
-¿Cómo te sientes?- le decía mientras le cogía la mano derecha.
-Es usted tan hermoso, su casa es un paraíso, puedo quedarme para siempre si usted quiere- La chica le miraba en éxtasis.
Yo no podía creerme lo que estaba oyendo, era tan surrealista la situación que parecía todo una comedia montada para hacerme perder la cordura.

-Tengo sed y tu puedes quitármela, ¿me harías ese favor?- él le susurró tan dulcemente que parecía como si estuviera hablando con una niña pequeña.
-Por ti haría lo que fuera, eres el ángel más hermoso que he visto en mi vida, soy tuya, ¿Cómo puedo calmar tu sed bello señor?- La chica parecía casi cantando una nana.

Yo debía tener la boca abierta o algo por el estilo, pero lo cierto es que mis manos y mis piernas temblaban como castañuelas.

-Verás, sólo tu perfecta sangre puede calmarme, ¿Me darías un poco? ¿Sólo un par de gotas? No quiero que te hagas daño ni que sufras.- le susurró tiernamente a la joven.

Llegados a ese punto yo ya maquinaba salir corriendo de la habitación, aunque le había prometido no correr pero la situación me estaba sobrepasando, era todo demasiado raro, no entendía que estaba haciendo yo allí y porqué tenía que presenciar toda aquella locura. Recordé que no había venido en mi coche y que literalmente no tenía como escapar.

Ella se levantó del sofá y empezó a buscar por la habitación, luego se dirigió a la mesa donde estaban las botellas y cogió el sacacorchos que reposaba al lado de mi copa aún sin beber.

-¿Estás seguro que sólo quieres dos gotas?- Miró a Alexandro de una forma tan fraternal, que no sabías si interpretar aquella mirada como la de una madre a un hijo, la de una fiel esposa a su marido o la de la servil amante a su clandestino amado.
-Sólo dos gotas- El no dejaba de mirarla y parecía como si estuvieran sólo ellos dos en la habitación.

Levantó el sacacorchos y se pinchó con delicadeza el dedo índice de su mano izquierda, cuando de este empezó a salir la primera gota de sangre, ella se acercó a Alexandro y le acercó su dedo a la boca. Alexandro chupaba sensualmente su dedo y mientras lo hacía me miraba a mí con una sonrisa maliciosa que me hizo sentir incómoda y a la vez excitada.
Me odiaba a mi misma por sentir excitación al verle besar así su dedo, me parecía que al excitarme aprobaba inconscientemente lo que hacía, pero mis principios primaron sobre mí y me dí la vuelta para no mirarle más.
Los celos reemplazaron los otros sentimientos, yo le quería y el estaba chupeteando sensualmente el dedo de otra mujer, los celos me estaban dominando.

-Gracias Beatriz, bebe una copa de vino- Le oí decir detrás de mí y entonces volví a girarme hacía él.
-Ha sido un placer- Sonreía ella plácidamente mientras se acercaba a la mesa donde reposaban las botellas.
Alexandro la miró un rato más y de repente miró a su dedo, ella le siguió la mirada y acabó mirando su dedo un poco desconcertada.
Y sin más, como si el encantamiento o el show hubiera llegado a su fin, la magia desapareció para dar lugar a el aturdimiento.
-¿Que me ha pasado? exclamó ella con asombro.
-Te has pinchado con el sacacorchos- Se levantó para acercarse a ella.
-No me he dado cuenta, no me acuerdo del pinchazo- Musitó la chica mientras miraba el dedo con cara de sorpresa.
-Si justo ahora, te he dicho que bebieras una copa de vino y al poner la mano sobre la mesa te has pinchado, no te preocupes, no es nada, con una tirita se cierra enseguida- Llamó a Eduardo que no tardó en aparecer y le pidió que trajera el botiquín.
-Escucha Beatriz, siento mucho haberte hecho venir hasta aquí, finalmente no necesitaré otro jardinero, pero te pagaré unos buenos honorarios por haberte echo perder el tiempo.- Le extendió un cheque que no pude ver de que cantidad se trataba, ella sonrió ampliamente y le dio un formal apretón de manos.
Eduardo apareció con el botiquín y después de ponerle la tirita, ella se marchó dando aspavientos de agradecimiento. Eduardo salió tras ella.

-¿Cuánto te ha costado ese pinchazo?- le inquirí irónicamente.
El sonrió y se sentó de nuevo a mi lado.
-El dinero no importa, es algo que va y viene. Me alegro mucho de que no hayas salido corriendo, he intentado ser prudente- sonrió maliciosamente mientras me miraba.
-Los Vampiros no existen, no me creo tu pantomima, muy buena actriz he de decir, era muy convincente, pero estoy segura que el cheque era un pago por su actuación más que por el simple pinchazo.- Le clavé una mirada enfadada,
- ¿Y que viene ahora? hay payasos también? trucos de magia? ¿Quizás... encantadores de serpientes? buahh, creo que ya he visto suficiente por hoy, que tal si me dices como vuelvo a mi casa- fui tan cínica que me costó detenerme en mi verborrea.
-Te llevaré a tu casa, pero no quiero que te vayas hasta que me hayas creído- parecía disgustado y a la vez triste.
-Pues tenemos un problema, yo no creo estas tonterías- me levanté del sofá dispuesta a irme.
-Y si lo hago contigo... ¿Me creerás?- tenía una mirada tan suplicante que me partió el corazón en mil trozos.
-¿Quieres que me pinche con el sacacorchos?
-Quiero que te bebas una copa de la botella de sangre- me desafió.
-Es algo que no haría por nada del mundo.
-Eso es bueno, porque si te la bebes entonces te lo habré demostrado.- sonrió victorioso.
-Si tuvieras razón y fueras capaz de hacer lo que dices, entonces luego no me acordaría ¿no?¿Que sentido tiene?- buscaba formas de salirme de esta tontería.
-Puedo hacer que lo recuerdes todo.-aseguró.
-De acuerdo, acepto el desafío.

---

domingo, 9 de noviembre de 2008

Capítulo 3 Parte 4 - La Cita

-Estás muy guapa- decía sin mirarme directamente a la cara.
A mi me costaba reaccionar, me temblaban las piernas y no estaba muy segura de si había hecho lo correcto saliendo con él y aceptando ir a su casa a las afueras de la ciudad.
-¿Porqué no le dijiste a nadie que venías a mi casa conmigo? musitó sin apartar la mirada de la carretera.
Me quedé de una pieza, - Claro que sí que lo dije, pero no te diré a quién- intenté decirlo con un tono irreprochable de seguridad, aunque me costó a mi misma creerme porque mi voz estaba temblorosa.
-No es verdad, sé que no se lo dijiste a nadie- y se echó a reír.
-¿Cómo puedes estar tan seguro? esta vez mi voz sonó un poco más estable.
-Lo sé y punto. Pero no te preocupes, ya te dije que no te haría daño y no pienso hacerlo- Esta vez se giró para dedicarme una mirada profunda y una espléndida sonrisa maliciosa que me encantó.

Conducía a gran velocidad pero controlaba el coche y la carretera a las mil maravillas, estaba increíblemente guapo, llevaba un jersey grueso de color marrón y unos pantalones desgastados con algún agujero distraido en la rodilla, unos tennis diesel negros y su pelo iba suelto y liso bailando tranquilamente al compás del movimiento del coche. Jamiroquai nos deleitaba el trayecto con sus fantásticas canciones y entonces cuando ya llevábamos unos cuantos kilómetros recorridos yo empecé a relajarme.

-Xavier esta vez viene decidido a conseguirte- Soltó en el momento en que yo menos me lo esperaba.
-Definitivamente me sigues, ¿No sabes que eso es ilegal?- sentí una punzada al pensar que de nuevo Xavier estaría en peligro.
-Cuando te lo haya explicado todo acerca de mí, lo entenderás perfectamente, no te imagines cosas- sonrió como para quitarle hierro al asunto.

Le miraba a intervalos, pero quería que no fuera muy obvio, ese hombre me encantaba y podría pasarme toda la noche mirándole. Xavier me gustaba, pero era una atracción leve que no me quitaría el sueño ni me haría sentir mariposas en el estómago, pero Alexandro era el hombre que más caos había ocasionado en mi interior, él era el hombre que era capaz de hacerme temblar, de hacerme enmudecer, de hacerme sentir fuego en mi interior, era el hombre que yo soñaba para mí.

El resto del camino evitamos los temas escabrosos, hablamos acerca de mi grupo de teatro y del éxito que habíamos conseguido con la obra, él comentó algún suceso de su empresa de embutidos que a mi me pareció totalmente corriente en cualquier empresa y la conversación distendida y superficial sirvió para acabarme de tranquilizar hasta que llegamos a su casa.

Allí nos esperaba Eduardo en la puerta como el perfecto y leal mayordomo eficiente, le entregamos nuestras chaquetas y Alexandro me llevó a una habitación de la derecha, al fondo de la primera planta que yo aún no había tenido el honor de conocer.
Era una habitación grande como las demás, con sofás y cojines por todas partes, parecía como una zona especialmente diseñada para el descanso o para tener una fiesta de fumar en pipa y bailarinas de los 7 velos, sólo que no habían ni pipas ni bailarinas, estábamos él y yo sólos con una botella de vino, unos canapés y la música suave y melódica de algún conjunto de jazz.

-¿Una copa?- me ofreció la botella para que la examinara y la reconocí enseguida, era una de las botellas de su bodega clandestina.
-¿Lo que hay en su interior es definitivamente sangre? inquirí ya que vi que el estaba dispuesto a destapar de una vez el asunto.
-Si, lo es, pero también tengo vino para ti - y abrió la puerta de una estantería que contenía varias botellas de vino añejo.
-Bien, ya que quieres ir al grano, ¿me explicarás porqué tienes sangre en esas botellas? - le solté con tranquilidad, la verdad es que ya no tenía miedo ni estaba nerviosa, no sé porqué sentía que estaba segura y además era la curiosidad lo que imperaba en mí.
Él me sirvió una copa de vino y en la otra copa se sirvió un poco de sangre, levantó las copas en ademán de brindis y exclamó,
-¡Salud! , ¡por la verdad!- nuestras copas se rozaron haciendo el típico tintineo y sin más , Alexandro se bebió de un trago la sangre que tenía en su copa.

Yo en cambio no podía beber, estaba paralizada con la boca abierta mirándole como un zombie.

---

Capítulo 3 Parte 3 - Y el día llegó...

La información del libro la tenía bajo control, aunque aún no lo había terminado de leer, pero había leído lo suficiente como para hacer el ritual de protección. Los últimos capítulos del libro que aún no había leído, al parecer se centraban en rituales de amor, de atraer dinero, trabajo y prosperidad y por el momento no necesitaba hacer ese tipo de rituales, con lo que no era tan grave que no lo hubiese acabado.

Carolina aprovechaba todo rato libre y cualquier descanso para ponerse con su libro de tarot, estaba muy entusiasmada con el tema y ya me había hecho prometerle que sería su conejillo de indias y que practicaría echándome las cartas a mi las primeras veces.

El fin de semana llegaba a su termino. Tenía que hacer el último ritual esa noche o ya no tendría más oportunidad.
Esa tarde toda la rutina se desarrolló como de costumbre, con unos cuantos ensayos y las funciones de rigor, aunque en esta ocasión había una diferencia bastante importante, Xavier estaba presente y no me estaba facilitando las cosas.
Estaba empeñado en volver a cenar conmigo esa noche e irnos de copas porque el Lunes era nuestro día de descanso.
Le dije amablemente que no quería salir esa noche pero estaba tan obstinado que cada que parábamos cinco minutos en los ensayos o entraba a el camerino después de una escena en las funciones, aprovechaba para lanzar la caña a ver si pescaba por fin un "si" como repuesta por mi parte. Al final de la noche me tenía tan exasperada que no me quedó más remedio que ser borde con él y contestarle con ofuscación a ver si así captaba el mensaje y me dejaba tranquila.
Después de que le mirara con los ojos muy abiertos y el seño fruncido para lanzarle un contundente -Déjame en paz de una vez- entonces dejó de insistir y se dio por derrotado.

Cuando llegué a casa esa noche me encerré en mi habitación y le dejé el libro de magia a Carolina para tenerla entretenida. El ritual de protección no era muy diferente al de iniciación, de la misma manera que el anterior tenía que hacer un círculo en el suelo y bendecir el lugar y los elementos, la diferencia en concreto se debía a las palabras utilizadas y al hecho de usar una amatista como amuleto la cual sería cargada con todo el poder de protección que necesitaría llevar conmigo para mi protección.

Esa noche también tuve la odiosa sensación de estar siendo observada, y aunque miré debajo de la cama, entre el armario, y detrás de las cortinas no pude encontrar nada.

Esa noche no pude dormir. Dí vueltas sin cesar de un lado para el otro, me levanté de madrugada y me bebí un vaso de leche caliente, regresé a mi cama y dormí entrecortadamente teniendo imágenes constantes de la bodega de Alexandro con las botellas de sangre.
Cuando vi asomar la luz de la mañana sentí alivio, pronto pasaría lo que tuviera que pasar y yo podía dejar de una vez por todas esa horrible sensación de expectativa ansiosa que me estaba carcomiendo.

Estuve todo el día dando vueltas de un lado para otro, el piso me estaba enloqueciendo y salí a dar un paseo por la ciudad. Me metí en un centro comercial y pude disiparme un poco viendo tiendas de ropa y complementos. Estuve pensando en decirle a alguien que había quedado con Alexandro en una especie de cita esa noche por si acaso no volvía, tal y como me sugirió él para que me quedara más tranquila, pero decidí no decírselo a nadie y tampoco creía que Alexandro se diera cuenta de mi silencio, a él le podía vender un farol diciéndole que alguna persona estaba al tanto de mi paradero para tenerle controlado.

Volví al piso y me cambié de ropa, quería estar muy guapa para Alexandro, al fin y al cabo me volvía loca ese hombre, y si moría, sería mejor morir con mis mejores ropas. Me puse una camiseta ajustada y de manga larga de color negro, una falda muy corta de color negro también y unas medias negras oscuras que no traslucían ni enseñaban la blancura de mi piel, llevaba unas botas verde oliva y era el único toque de color, pues la gabardina y la bufanda eran negras también pues me parecía que este color me impregnaba de elegancia y formalidad.
Alisé mi pelo con la plancha de peluquería que me habían regalado mis padres por mi cumpleaños número 23 y por maquillaje llevaba simplemente un brillo de labios rojo que me hacía parecer una chica inocente.

A las 8 en punto repicó el interfono, apoyé el aparato en mi oreja y escuché su voz:
-Ya estoy aquí.
Bajé corriendo por las escaleras porque de esta manera conseguiría sacar un poco la energía en exceso que brotaba de mi cuerpo y en el ascensor me hubiese subido por las paredes.

Abrí la puerta de la calle y ahí estaba, semejante príncipe sentado en el capó de su Opel Tigra twintop azúl, me miraba fijamente y sus labios estaban ofreciéndome una pícara sonrisa que me dejó helada.

Abrió la puerta del copiloto de su reluciente coche y antes de que yo pudiera darme cuenta ya lo tenía sentado a mi lado dando marcha al coche.
-Bien, vamos allá- dijo mientras encendía su estéreo con el A Funk Odyssey de Jamiroquai.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Capítulo 3 Parte 2 - La Visita

A la mañana siguiente cuando desperté me sentía aún cansada, remoloneaba y me resistía a levantarme de la cama, pensaba en todo lo que había hecho esa semana, pensaba en La fiesta de Halloween que había sido a mitad de semana y parecía como si hubiese pasado un siglo, desde entonces apenas si había parado para descansar: había comprado el libro y los utensilios en el día festivo que tuvimos que cundió de lo lindo, pues tuve la suerte de que las tiendas y comercios abrieran en ese día . Si no estuviese citada con Alexandro y si no me hubiese precipitado cuando Carolina descubrió mi libro, habría tenido un poco más de margen para hacer los rituales, pero ahora ya no había vuelta atrás. Vaya semanita más movidita!

Ya no tenía más tiempo, fuera como fuera tenía que hacer el último ritual el fin de semana y aún no me había acabado de leer el libro, eso me preocupaba. En otras circunstancias lo habría leído entero antes de hacer cualquier ritual o incluso habría leído otros libros más avanzados a posteriori para estar más documentada, pero en esta ocasión el peligro me pilló desprevenida y tenía que ir a contra reloj para cumplir con mi objetivo.

Después de la iniciación en la magia la noche anterior con Carolina, ya tenía hecho la mitad del trabajo, ahora sólo tenía que mantener alejada a Carolina para ese segundo ritual que sólo me concernía a mi y tener toda la teoría del libro lo máximo asimilada posible.

Me levanté con tranquilidad después de ordenar mis pensamientos, leí todo lo que pude del libro especialmente lo concerniente a hechizos mágicos, no desayuné, me duché y vestí para estar preparada para los ensayos, comí una apetitosa pechuga de pollo con puré de patatas y me fuí tranquilamente en mi coche al teatro mientras escuchaba en mi mp3 la banda sonora de Matrix.

Nada podía salirme mal, tenía poco tiempo y yo estaba aprovechando cada minuto como si fuera de goma para estirarlo hasta lo máximo que fuera posible.

Apuré un cigarrillo antes de salir del coche que dejé aparcado a unas pocas manzanas del teatro, cogí mi mochila y caminé con tranquilidad hacia el teatro mientras sentía la ansiedad que cabalgaba por mi cuerpo cuando pensaba en Alexandro y en las ganas que tenía de verle a pesar del peligro que eso suponía para mí.

Cuando estuve dentro del teatro me sorprendió el jolgorio en el que estaba sumido todo el grupo, se reían y gritaban emocionados por algo que a mi no me causaría tanta felicidad. Xavier había venido a visitarnos.

Estaba en el escenario abrazando a todos y diciéndoles lo mucho que le alegraba haber vuelto. Mi corazón dió un vuelco, no sólo porque él me gustaba y lo había echado de menos, sino porque temía que volviera a estar en peligro cuando Alexandro descubriera que él estaba aquí.

Cuando me vió lanzó un grito de exclamación y corrió a abrazarme, yo le correspondí al abrazo y estuvimos hablando de lo mucho que había ocurrido desde que se marchara a Barcelona. Su intención era quedarse en Madrid, estaba buscando una habitación de alquiler y estaba decidido a echarnos una mano con la obra como técnico y que quizás para una obra futura podría reintegrarse como actor. Parecía tenerlo todo muy claro y el suceso de su supuesto suicidio más que olvidado.

Estaba desconcertada, nerviosa y preocupada. Joan se ofreció a dejarle quedar en su piso hasta que encontrara un lugar donde vivir y no paraba de repetir que nos había caído como anillo al dedo ahora que pensábamos contratar un par de técnicos.

Los ensayos estaban flojos, por lo menos por mi parte que no conseguía concentrarme teniendo a Xavier tan cerca, todos pensaban que me estaba resfriando o que no me encontraba bien por la cara desencajada que tenía esa tarde, pero es que no paraba de pensar que Xavier estaría de nuevo en peligro y que todo de alguna manera u otra tenía algo que ver conmigo.
Las funciones salieron mediocres, al parecer mi desconcentración afectó de alguna manera al resto del equipo y aunque yo intentaba ignorar mi preocupación no conseguía controlarme, por lo menos ellos notaban que algo me pasaba aunque yo hiciera esfuerzos sobrehumanos por disimular de la mejor manera.

Cuando salimos del teatro Xavier insistió en llevarme a cenar, le dí mil negativas y mil excusas para poder llegar a casa y continuar con la lectura, pero Xavier estaba tan empeñado en que saliera con él esa noche que no había manera de que aceptara un no por respuesta.
Tuve que ceder.

Fuimos a un restaurante italiano del centro de la ciudad que tenía fama de hacer las mejores pizzas de Madrid, yo me pedí una pizza de salami y Xavier una pizza hawaiana, nunca le había visto tan hablador pues siempre había sido el callado del grupo, pero esa noche parloteaba sin descanso y bailaba constantemente de un tema a otro.

Cuando salimos del restaurante cogí mi coche y le llevé al piso de Joan, Carlos y Berta y cuando nos despedimos me dijo que me había echado mucho de menos cuando estuvo en Barcelona y que si había vuelto a Madrid en gran parte era para estar conmigo.

Encendí mi coche y corrí como una loca para llegar pronto a casa, si me pillaba la policía seguro que me podía caer una buena multa pero no me importaba, lo más importante era llegar a casa para leer y prepararme para salvar mi vida el próximo Lunes, fumaba como una desquiciada cigarro tras cigarro y encendí el mp3 con música chill out para intentar calmarme un poco y apaciguar la tormenta que se desarrollaba en mi interior.
Ahora que Xavier estaba aquí se complicaban las cosas y más ahora que parecía que venía dispuesto a iniciar una relación sentimental conmigo.

Después de dejar mi coche en el lugar de siempre, subí a mi piso y me encerré en mi habitación a leer todo lo que pudiera del libro de magia, estuve leyendo hasta la madrugada, pero si sobrevivía el Lunes ya tendría tiempo para dormir después.


---

martes, 4 de noviembre de 2008

Capítulo 3 Parte 1 - Iniciación

A la mañana siguiente después de desayunar me dirigí a la tienda enorme de productos mágicos acompañada de Carolina, allí compré las gemas, una varita y alguna cosa más que creí conveniente para realizar el ritual. Carolina compró para ella velas, gemas, un cáliz y todos los productos que yo había comprado para mí en el bazar Chino el día anterior, parecía tan entusiasmada con el nuevo descubrimiento que incluso se compró un tarot y un libro para aprender a echar las cartas.

Fuimos a comer juntas a un restaurante japonés que estaba cerca del teatro y la comida se convirtió en un curso intensivo de magia, pues no paró de preguntarme detalles de todo lo que yo había aprendido del libro que me había descubierto en mi habitación.

Después de comer y de la intensa charla nos fuimos al ensayo, la tarde pasó tranquila y amena mientras ensayamos en el teatro, luego hicimos un par de funciones y Carolina no le contó a nadie nuestros planes. Al terminar la noche, Carolina me arrastró ansiosa al coche para que volviéramos a casa y poder así empezar con el ritual, parecía que ella lo necesitase más que yo.

Decidimos que lo haríamos en mi habitación que era la más grande, escogimos un par de atuendos blancos para vestirnos para la ocasión, y juntamos todos los elementos para empezar a planear la ejecución del itinerario mágico.

Leí en voz alta las cosas imprescindibles, teníamos que trazar un circulo grande en el suelo en el que cupiéramos las dos y un altar con los elementos. El circulo lo hicimos con piedrecitas pequeñas y según las instrucciones el altar debería ponerse mirando al este, así que hicimos uso de la brújula para orientar nuestro santuario mágico.
Pusimos nuestros cáliz llenos de agua, nuestras varitas, las velas, un cuenco con sal, el pentáculo que Carolina había comprado y el resto de los elementos tal y como los ponía la ilustración del libro. Distribuimos las velas en los cuatro puntos cardinales, apagamos la luz y nos pusimos en medio del circulo para empezar por fin nuestro momento tan esperado.
Encendimos las velas y empezamos a consagrar el espacio para que quedara protegido de toda energía negativa, hicimos las pertinentes exclamaciones que proponía el libro y una vez nos habíamos dado por iniciadas en la magia, procedimos a consagrar y bendecir los elementos del altar para otorgarles poder y limpiarlos de cualquier energía no deseada.

Continuamos siguiendo el libro al pie de la letra y finalizamos el ritual con éxito y satisfacción y una sensación de limpieza y felicidad inigualables. Carolina y yo estábamos pletóricas, estaba muy contenta de haber podido hacer el ritual en compañía de Carolina porque ella se lo había tomado muy en serio y todo el rato fue muy respetuosa y entregada a lo que estábamos haciendo.
El ritual también había avivado nuestra amistad y se había creado entre nosotras tal sentimiento de complicidad que estuve a punto de contarle todo lo que sabía acerca de Alexandro y mi encuentro con él planeado para el próximo Lunes, pero en cuanto recordé que eso significaría ponerla en peligro a ella me contuve.

Recogimos las cosas religiosamente y muy ceremonialmente las guardamos en una caja cada una, ella con sus elementos mágicos y yo con los míos. Me abrazó y me dijo que me quería mucho y que estaba feliz de vivir y de trabajar conmigo.
La verdad es que Carolina era una chica estupenda y yo era afortunada de que fuera mi amiga, por eso con más razón aún tenía que mantenerla alejada de todo el peligro que pudiera representar enterarse de la situación con Alexandro.

Nos despedimos y ella se fue a su habitación, yo me quedé sentada un rato sobre la cama como intentando procesar y asimilar todo lo que había acabado de ocurrir y entonces sentí un escalofrío que me angustió. Tenía la sensación de que alguien me estaba mirando, y aunque miré a mi alrededor y en la habitación no había nadie aparte de mi y todas las ventanas estaban cerradas y cubiertas no podía dejar de tener esa sensación incómoda de que estaba siendo observada.

---

sábado, 1 de noviembre de 2008

Capítulo 2 Parte 9 - Compañía Mágica

Regresé a casa todavía con la conversación con Alexandro retumbando en mi cabeza, abrí la puerta y encontré a Neus charlando con Joan en el salón y planeando contratar un par de técnicos para que nos echaran una mano con las luces y el sonido en las funciones de teatro, les saludé vagamente y me dirigí a mi habitación, ese día no trabajábamos porque era festivo y decidí aprovechar todo mi tiempo libre en leer el libro de magia para poder estar preparada y hacer el ritual antes del Lunes siguiente y protegerme así de la posible trampa que Alexandro pudiera estarme tendiendo.

El libro explicaba que para contar con un gran poder mágico lo ideal era hacer los rituales en Luna llena, pero que se podían hacer en cualquiera de las fases de la Luna dependiendo del tipo de ritual que se quisiera realizar, si era un ritual para que algo llegara o aumentara en nuestra vida lo ideal era hacerlo en una noche de Luna llena o Luna creciente y si lo que se quería era evitar algo o hacer que algo desapareciera de nuestra vida lo ideal entonces era la Luna nueva o menguante. Cogí el ordenador y consulté en internet el calendario Lunar para ver que Luna me depararía para esa semana y descubrí para mi sorpresa que habría para los próximos días Luna menguante, así que lo que tenía que hacer era preparar un ritual para evitar el mal y hacer que desapareciera el peligro de mi alrededor.

Contaba con pocos días para prepararme, tenía que hacer primero el ritual de iniciación en la magia y consagración de los elementos, y entonces a partir de allí ya podría hacer el ritual de protección que necesitaba para poderme enfrentar con Alexandro en su propio terreno.

Apuré la lectura y ya había leído todo lo relativo a la iniciación para la hora de la cena, creo que nunca en mi vida había leído un libro con tal avidez y tal rapidez, necesitaba protección y si esto no me funcionaba tendría que buscar ayuda de un experto.

La hora de la cena fué bastante divertida, estábamos todos los miembros del grupo en mi casa que habían ido llegando poco a poco durante la tarde y aunque la mayoría no pararon de quejarse por la resaca que tenían de la fiesta anterior, no faltaron las risas y los planes a futuro para el grupo, entre los que se contaba con contratar un par de técnicos para el sonido y las luces. Carolina aprovechó la oportunidad para contar en público que yo había recibido rosas ese mismo día, y todos estuvieron un buen rato preguntándome acerca del galante caballero y que cuando lo presentaría en público, según ellos a mi nuevo novio.
Yo intenté hablar de otras cosas e ignorar las bromas de Carlos que a veces con su intención de ser el bufón del grupo se pasaba un poco de la raya y me dediqué a disfrutar de la compañía y el descanso porque al día siguiente teníamos ensayos y funciones durante la noche.
Carolina estaba resfriada y había gastado ya un regimiento de kleenex que se agolpaban en la papelera del baño, y cuando ya la rojez y sequedad de su nariz no soportaba el relieve del papel de váter, acudió a mi para que le dejara unos kleenex y pasar el mal rato. Le dije que los cogiera de mi habitación, del cajón de la mesita de noche y seguí en el salón riéndome con mis amigos e intentando despedirme pronto de ellos para poder seguir leyendo el libro de magia y conseguir acabar de leerlo esa misma noche.

Carolina me llamó desde mi habitación, creí que no era capaz de encontrar los kleenex y acudí a su llamada en el fondo del pasillo.
-En el cajón de la mesita seguro que los dejé- le dije sin más importancia, pero me quedé de piedra cuando vi que tenía mi libro de magia en su mano.
-¿Qué es esto?- me miró con curiosidad y entonces yo sabía que no tenía escapatoria.
-Es un libro- intenté salirme por la tangente.
-Ya sé que es un libro tonta, ¿como es que estás leyendo magia y no me has dicho nada?- me acorraló.
-Bueno..... mmm... lo ví en la librería y me causó curiosidad- intenté quitarle importancia al tema.
-Bien, pues si haces un ritual yo quiero hacerlo contigo- sentenció.

No sabía que contestar a eso, no podía decirle que quería protegerme del hombre que me enviaba flores y que podía ser peligroso para ambas, así que le dije que teníamos que empezar por un ritual de iniciación antes de poder pedir cualquier otra cosa en un ritual y que yo en realidad no sabía que iba a pedir.

-Bien, pues hacemos la iniciación juntas y luego ya veremos que pedimos-volvió a sentenciar.
-Es que yo quería hacer la iniciación mañana, después de la función- intenté escaquearme.
-Pues dime que necesito y que tengo que hacer y te acompaño- no cedía ni un milímetro.
-Está bien- tuve que ceder yo y volvimos al salón.

Yo estaba desarmada, ahora tener que hacer el ritual con Carolina me suponía una traba con la que no contaba, yo era una aprendiz y ella no se había leído el libro, esto podría llegar a salir realmente mal y ya no tenía forma de repararlo.
Ya sin ganas de seguir charlando, me despedí de todos y me fuí a mi habitación, me cepillé los dientes, me puse el pijama y me metí entre el edredón con el libro en la mano. Encendí la luz de la mesita de noche y me puse a leer con ansiedad.

---

Capítulo 2 Parte 8 - Frente a Frente

Todavía seguía recostado contra la pared, iba vestido de negro y tenía un gorrito de invierno que hacía que su preciosa cara se enmarcara con los mechones de pelo liso que salían desde el fondo de la lana del gorro para cubrir su cuello y sus hombros.

-Qué quieres?- mascullé temblorosa.
-Ya te lo he dicho, hablar contigo- hizo un gesto con la mano señalando el fondo de la calle - ¿vamos al bar de la esquina y tomamos una copa?
-Está bien- contesté preocupada.

Caminamos en silencio hasta la entrada del bar y luego nos dirigimos al fondo buscando la mesa más discreta y el rincón más privado para hablar con tranquilidad.
Se acercó el camarero y nos preguntó que queríamos beber, Alexandro pidió una copa de vino tinto y yo le imité en el gesto de no mostrarle demasiados nervios por mi parte.
El camarero se alejó y nos dejó allí frente a frente.

-No me has dado las gracias por las flores- inquirió cínicamente.
No sabía que responderle a aquello -¿Eran un regalo amistoso?- arqueé las cejas de forma irónica -no se como tomarme tus mensajitos, parecen una amenaza.
Echó a reír como si lo que yo había dicho le pareciera una tontería, -¿Crees que quiero amenazarte? pensé que te gustaba jugar- y sonrió tiernamente como intentando tranquilizarme.
-Púes no sé a que estas jugando tú, pero desde luego yo no entiendo las reglas de tu juego- le dije muy seria y en tono firme para intentar encauzar la conversación hacía un terreno más profundo y poder hacer las preguntas que tenía formuladas en mi mente.

Llegó el camarero con las copas de vino y nos miró inquisidoramente como si se notara desde lejos la tensión que había entre nosotros, las dejó sobre la mesa y se marchó lentamente como intentando escuchar retazos de nuestra conversación.
-¿Me vas a explicar lo que está pasando?- le encaré directamente y fuí al grano.
-¿A que te refieres exactamente?- con su dedo índice rodeaba el borde de la copa -. Supongo que hay varios temas de los que podemos hablar.
-¿Qué le hiciste a la chica de la fiesta?- le ataqué sin vacilación.
-Nada, ella se lo hizo todo solita- hizo una mueca de disgusto.
-¿Porqué tienes sangre embotellada en tu casa?- seguí directa, intentando conseguir alguna pista que me aclarara todo aquello.
-A eso he venido, a decirte que si quieres una explicación al respecto tendrás que venir a mi casa y te lo enseñaré yo mismo- sonrió de nuevo para no alarmarme con la invitación, - Aunque no deberías estar husmeando en las casas ajenas, eso no es propio de una señorita como tú.

Bebí el vino de un sólo trago y dejé la copa vacía, tragué saliva y me encendí un cigarrillo.
-Estas loco si crees que voy a ir a tu casa- le grité agitada- me harás a mi lo mismo que le has hecho a esas chicas y a Xavier.
-¿No crees que si quisiera hacerte algo malo ya te lo habría hecho?- gruñó- lo único que me apetece es estar contigo.
-No me das respuestas, me contestas con rodeos y yo necesito saber lo que está pasando- le exigí nuevamente.
El dejó de juguetear con la copa y también bebió el vino de un trago, suspiró pausadamente y me miró fijamente, una mirada tan intensa que consiguió que cada uno de los pelos de mi cuerpo se erizara dejando mi piel de gallina y mis nervios desbordados.
-Te daré respuestas, pero has de venir a mi casa- se limitó a decir.
Mi cabeza empezó a procesar pensamientos como si de una locomotora se tratase, tenía ganas de volver a estar a solas con él, de ver su bella casa y compartir una agradable velada con un hombre que parecía sacado de un cuento de hadas, pero no me fiaba de él y sabía que sería peligroso para mí.
-Puedes avisar a Carolina de dónde estarás, así estarás tranquila porque sabrás que si te pasara algo ella estaría enterada y podría venir a buscarte, es un seguro para ti, una garantía de que no te voy a hacer nada porque vendrían a por mí directamente- parecía leer mis pensamientos- ¿No crees que es una buena idea?
-¿Cómo sabes quién es Carolina? ¿Me vas siguiendo por la vida o que te pasa?- resoplé- Estás loco y si aviso a Carolina ella también podría estar en peligro- mascullé iracunda.
-Púes llama a cualquier otro amigo, envía un email a la Policía diciendo que si desapareces que vengan a buscarme, deja una carta en tu habitación, cualquier cosa que a ti te haga sentir segura, pero te prometo que no te haré nada malo- ladeó la cabeza y me miró con ojos suplicantes, como intentando ablandarme con su mejor expresión de persuasión.
-Está bien, avisaré a alguien pero no te diré a quién para mantenerle a salvo, dime cuando quieres que vaya- me rendí finalmente.
-Te recojo el Lunes a las 8 de la noche, así no tienes excusa por la obra de teatro, ese día descansáis- parecía tenerlo todo fríamente calculado -Echo de menos tus besos.
-Hablando de besos- le miré directamente a los ojos- No se te ocurra irme besando así como así, yo no te pertenezco, se acabaron los besos, ¿de acuerdo?
Se levantó de la silla y dejó diez euros sobre la mesa- No prometo nada- Y dirigiéndose hacia la puerta hizo un gesto de lanzarme un beso con las mano, me guiño el ojo y cruzó la puerta sin más despedidas ni más preámbulos.

Mi corazón se encargaba de recordarme lo mucho que me gustaba ese misterioso hombre, aunque le había dicho que no volviera a besarme, no había nada que deseara más que volver a sentir sus suaves labios sobre los míos, sus brazos rodeando mi cintura, su pasión atrapándome como un tigre a su presa y su voz aterciopelada susurrándome en la oreja. Sabía que era peligroso, pero eso ejercía también una fuerte atracción sobre mí, iría a su casa y probablemente descubriría su secreto o tal vez cayera en su trampa.

---

Rojo con Sangre - Conociendo a los Vampiros

Crónicas.