sábado, 15 de noviembre de 2008

Capítulo 3 Parte 6 - La Prueba

Alexandro cogió su copa y la llenó de sangre, la puso en la mesa y luego me miró fijamente. Yo le correspondí la mirada, le miraba retadoramente para hacerle desistir de su juego estúpido y demostrarle que nos estaba haciendo perder el tiempo a ambos.

Después de unos segundos, una especie de adrenalina empezó a recorrerme el cuerpo, me sentía cálida, preciosa e inmensamente feliz, era como si estuviera drogada del elixir de el amor y la alegría, me sentía liviana y como si estuviera flotando en el aire. No había gravedad, no había miedo, no había preocupación, no había tristeza, ni dolor ni angustia, sólo paz, una inmensa paz infinita.

Seguía mirándole a los ojos, pero algo en él había cambiado, se había vuelto más brillante, más hermoso, más etéreo. Era como si tuviera un ángel delante de mí que me estaba mirando y ofreciendo la más milagrosa de las sonrisas. Miré a mi alrededor y toda la habitación había cambiado también, había mucha luz, había una especie de olor a flores que me rodeaba, un olor acogedor y seductor que envolvía a Alexandro y me envolvía a mí. Era un ambiente místico y celestial digno del mejor sueño de mi vida, debía estar soñando o algo así, alucinando, porque nada de eso era posible en la realidad.

Abrió su rosada boca con sigilo y moviendo sus suaves labios muy lentamente, dejó salir de su garganta la voz más cálida, varonil y sensual que jamás había oído, una voz que casi podía sentir que me acariciaba, que me envolvía, que me abrazaba:

-Por favor, bebe un poco de sangre- Cogió la copa de la mesa y me la extendió en un gesto que se me antojó celestial.
Mi cabeza empezó a razonar con velocidad, recordaba el reto que me había propuesto, recordaba que le había prometido que nunca bebería sangre y que no podría hacerme cambiar de opinión, pero él tenía su bella y blanca mano extendida hacía mí con una copa que resplandecía y me auguraba el más exquisito brebaje que jamás hubiera podido beber.
Primó en mí el sentimiento de magnetismo, magia y erotismo y cogí la copa que me ofrecía, la miré fijamente dubitativa y la olisqueé para intentar recordarme que eso era sangre y que aún podía negarme a caer en su hipnosis.
Pero cuando olí el líquido, no olía a oxido o al típico olor ácido de la sangre, olía a frutas salvajes, a manantial cristalino, olía a placer.

-Bebe- repitió sin dejar de mirarme a los ojos.
-¿Cómo puedo estar sintiendo esto?- Le decía mientras continuaba una pequeña lucha en mi interior.
-Soy yo, yo te hago sentir eso, es por mi condición, pero no te lo cuestiones, disfruta de lo que sientes y disfruta del elixir que te ofrezco, bebe- y acercó la copa a mis labios.

Cerré los ojos y lo bebí todo como si no hubiera bebido nada durante semanas, sentí como bajaba el bálsamo por mi garganta y como mi cuerpo parecía resplandecer.
El me miraba y sonreía, estaba tan hermoso que tenía ganas de echarme en sus brazos y quedarme ahí para siempre.
-Vuelve ya, tenemos que hablar- Y me quitó la copa de la mano.

Mi cuerpo empezó a sentir el peso de la gravedad de nuevo, el perfume se desvanecía del aire y la luz se iba atenuando hasta dejar la habitación en la anterior luz mortecina que emanaba de las lámparas de la pared.

-¿Me crees ahora?- Sonrió victorioso.
-He bebido sangre- Me costaba reconocerlo, pero tal y como él me había asegurado me acordaba de todo lo que había sucedido.
-Lo que has sentido tú, ese placer indescriptible, es lo que yo siento cada vez que bebo sangre humana, te lo he hecho sentir a ti para que me comprendas mejor- Y me cogió del brazo para que volviéramos a sentarnos en el sofá.
-¿Y porqué no usas los colmillos como todos los vampiros?, ¿Porqué haces que tus víctimas se corten ellos mismos?- empezaban a surgir todas mis dudas ahora que me había convencido de que realmente era un vampiro.
Puso los ojos en blanco y soltó una carcajada, -Claro que puedo usar los colmillos, los he usado durante muchos años, pero ahora no me puedo permitir dejar víctimas con marcas de colmillos en el cuello o en los brazos, empezarían a sospechar de nosotros y a creer que los vampiros si existen, no podemos dejar pistas, así que simplemente utilizamos nuestro don de manipulación mental para hacerlo todo un poco más limpio, sin dejar rastro ¿Entiendes? Además, ¿acaso tu no cortas la carne con cubiertos antes de llevarla a la boca? No la comes a mordiscos como si fueras un animal salvaje o como si fueras de la prehistoria, así mismo podemos decir que... nosotros usamos cubiertos para comer también.- cogió mi mano de nuevo, esperando una reacción por mi parte.

-Osea que te alimentaste de la chica de tu fiesta, de Xavier y de la chica de Halloween, eres algo así como un monstruo- Volví a retirar mi mano de la suya.
-Oh no, si fuera un monstruo mataría a la gente y yo no mato a nadie, aunque no niego que alguna vez lo hice- su rostro estaba pensativo, como si se hubiera sumido en sus recuerdos del pasado.
-Pero estuviste a punto de matar a Xavier- le acusé sin piedad.
-Eso es diferente, no quería matarle, sólo apartarlo de tu lado por una buena temporada y ahora ha vuelto.- Se levantó para beber otra copa de sangre y me daba la espalda mientras se ponía la otra copa.
-¿Y que más te da que esté cerca de mi? Ahora que ha vuelto... ¿Está en peligro de nuevo?- volvían a temblarme las piernas y recuperé el temor en su total esplendor.
-No quiero que esté a tu lado porque soy yo quién quiere estar contigo... y no, no pienso hacerle nada esta vez, tengo una especie de intuición con respecto a ti y a mi, así que él no me preocupa por ahora- se giró de nuevo para beberse la copa a mi vista.
-¿Y qué quieres de mí?- me temblaban las manos mientras esperaba la respuesta.

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