sábado, 15 de noviembre de 2008

Capítulo 3 Parte 7 - La Petición

Alexandro se acercó y me tomó de la mano para levantarme del sofá.

-Deberíamos hablarlo mientras cenamos, se está haciendo tarde- y me llevó con él a la habitación contigua que tenía una mesa larga y llena de sillas como si estuviera preparada para una veintena de comensales.
Él se sentó en la cabecera de la mesa y a mí me indicó que me sentara a su derecha, al cabo de unos minutos apareció Eduardo por la puerta acompañado de dos señoras más del servicio, venía empujando un carrito que contenía diversos platos y bebidas y con presteza y velocidad, entre los tres habían preparado la mesa con la cena en un abrir y cerrar de ojos. Dejaron el carrito vacío y se marcharon en silencio hacia el interior de la casa.

-Cada vez me sorprende más tu casa, es tan grande que se podría ir de habitación en habitación y nunca acabar de conocerla del todo- le miraba curiosa pensando si esta vez iba a probar la comida o no.
-Puedes venir cuando quieras, quiero que te sientas como en tu propia casa- sonrió y cogió los cubiertos para cortar en trozos pequeños el bistec que nos había preparado el cocinero.
-¿De verdad vas a comer?, se supone que los vampiros no comen- no aguanté más la curiosidad.
-Está bien, me has convencido, no comeré nada, hoy ya he bebido bastante- y dejó los cubiertos en la mesa.
-Pero.... me lo explicas o que?- sentía que me había dejado exactamente con la misma intriga que antes.
-Verás, nosotros vivimos sólo de sangre y podríamos pasar años sin comer, sólo bebiendo sangre, pero si comemos no nos pasa nada malo, es simplemente un acto que no nos produce ningún placer pero que es muy conveniente para aparentar delante los humanos, pero ahora que lo sabes, no tengo porqué aparentar nada delante de ti, es un alivio- levantó las cejas en un gesto de autosuficiencia.
-¿Y que pasa si no hay sangre? ¿Tendrías que comer de esto?- yo si comía porque mi estómago humano me recordaba que tenía hambre y que necesitaba algo para recuperar energía.
-Bueno, la sangre nos mantiene jóvenes, si no hay sangre tendríamos que comer de esto, como dices tú, pero nuestro cuerpo empezaría a degradarse como lo hace el vuestro aunque con mucha más lentitud, claro.- Se levantó para poner un poco de música.

La habitación era enorme como las demás y empezó a llenarse de sonidos por todos los rincones cuando empezó a sonar el great-hits de red hot chili peppers.
-¿Es tu grupo favorito verdad?, lo escuchabas en tu coche el día que nos conocimos- Y volvió para sentarse en la mesa a mi lado.
-¿Cómo sabes todo eso?- me daba miedo imaginarme el alcance de sus poderes.
-Sé muchas cosas de ti. Veo que ahora ya estás más tranquila- y me obsequió con una sonrisa espléndida que dejaba al descubierto sus perfectos dientes.
-Bueno, ¿me dirás ahora que quieres de mi?- No quería que la conversación se saliera más de su curso central.
-Quiero que seas mi compañera, mi novia, mi amiga y mi amante, quiero que estemos juntos y que compartamos nuestras vidas- se quedó tan serio que parecía aquello una proposición de matrimonio, sólo que sin anillo de por medio.
-Pero para ser tu... todo eso, tendría que ser como tú, ¿no?- dejé los cubiertos en la mesa y dejé de comer al momento.
-Si, eso era lo que quería pedirte, que me dejaras transformarte, que me dejaras compartir mi vida y lo que soy contigo- sus ojos empezaron a brillar de un modo extraño, incluso parecía como si estuvieran cambiando de color.
-No quiero ser una chupasangre, no quiero herir a nadie, no quiero matar, no quiero ser inmortal, la vida es hermosa pero la vida eterna debe ser algo tan irracional que me volvería loca, no podría soportarlo. Te quiero Alexandro, y la verdad es que no sé porque te quiero de este modo, te quiero tanto que duele, siento cada poro de mi piel despertar cuando estás a mi lado, pienso en ti todos los días y todo el día, deseo verte, tocarte, sentir tus labios en los mios, anhelo verte cuando no estás y nunca había sentido algo tan intenso y tan profundo por nadie, no creo que nadie en el mundo pueda volver a conseguir que me sienta de este modo, que la pasión me queme por dentro, que la ansiedad por estar a tu lado me haga temblar y que la adrenalina me haga sentir tan viva, pero lo que me estás pidiendo es una locura, es lo peor que alguien me podría haber pedido, no soy una asesina- me levanté de la mesa para intentar calmarme, estaba demasiado alterada.

-No tendrías que cazar nunca, yo lo haría por ti, hay muchas formas de conseguir sangre sin matar a nadie, sin herir a nadie, serías joven siempre y estaríamos juntos para siempre, yo te daría toda la sangre que necesites para vivir sin que tu tengas que mover un dedo, pero por favor, reconsidera lo que te pido, si tanto me amas, no cortes las alas a este amor, yo te amo más de lo que tu me puedas llegar a amar a mi, yo te he estado esperando durante muchos años y ahora que te he encontrado no quiero perderte, quizás es que has visto demasiadas películas pero no es tan horrible como crees- Estaba ya de pie a mi lado, suplicándome como nunca nadie me había suplicado jamás, estaba tan hermoso, tan sensible, tan... desesperado por mi respuesta positiva que sentí deseos de abrazarle y tranquilizarle, le miré con compasión y lo apreté contra mi pecho con tanta fuerza que parecíamos uno solo.

Empecé a llorar y mis lágrimas caían en su espalda como si fuera una cascada que baja por la montaña, el también sollozaba, pero no notaba sus lágrimas, sólo su dolor.
No quería soltarle de ese abrazo, me sentía plena entre sus brazos, protegida, segura y amada y era él el hombre que yo quería para estar a su lado de por vida.

-Déjame pensarlo- le susurré al oído, -Esto que me pides es muy difícil para mí, necesito asimilar todo lo que he descubierto hoy- y le solté del abrazo.
-Por favor confía en mi, hay formas de beber sangre sin hacer daño a nadie, yo te lo puedo demostrar, la eternidad será dulce si estamos juntos, piensalo el tiempo que necesites, yo te estaré esperando- y me besó en la frente de una forma tan amorosa que tuve que volver a abrazarle.
-Escucha, es tarde, vamos, te llevaré a tu casa, no quiero que nadie se preocupe por ti- me cogió de la mano y nos dirigimos a su maravilloso Opel Tigra.

Esta vez no puso música en el coche, íbamos en silencio y yo encendí un cigarrillo para intentar despejarme un poco.
-Tu ritual ha surgido efecto, no te he hecho daño- soltó una carcajada mientras rompía el silencio.
-¿Cómo sabes lo del ritual?- le miré con enfado.
-Te estuve observando, de todos modos aunque no hubieras hecho el ritual no pensaba hacerte daño, te quiero- acercó su mano a mi rodilla.
-Pero no había nadie en la habitación, me aseguré de ello- tenía mi ceño marcado de la crispación que me producían sus palabras.
-Puedo verte de muchas formas, ya te lo contaré todo poco a poco, no seas impaciente, por cierto, no le cuentes a nadie todo esto, debe ser un secreto- apretó con fuerza su mano sobre mi rodilla.
-Nadie me creería, acabaría envuelta en una camisa de fuerza- y solté una carcajada que él también compartió.
-¿Y como es que dices que me amas si apenas me conoces?- quería aprovechar el poco rato que nos quedaba juntos para hacerle todas las preguntas posibles.
-Yo te conozco muy bien a ti, mejor de lo que tu imaginas, soy yo el que se pregunta como me puedes querer tú a mi si tu eres la que no me conoce bien- soltó mi rodilla y agarró el volante con ambas manos.
-No me hagas piropearte más de lo que ya he hecho esta noche, eres especial y desde que te conocí lo supe, me conquistaste enseguida o... ¿es que acaso has utilizado tu poder en mí para que yo crea que te quiero?- le miré seria, pues ahora empezaba a dudar de la naturalidad de mis sentimientos.
Soltó una carcajada sonora y profunda y apartando completamente la mirada de la carretera para posarla en mí me dijo:
-Nunca he usado ese poder contigo, sólo para mirarte o escuchar lo que dices en tu mente, pero no para manipularte, no tendría gracia tener al lado a alguien que en realidad no te quiere, sería patético, ¿no crees?- y volvió de nuevo su mirada a la carretera.
-¿Mi mente? , ¿Lees mi mente?- me dejó más asombrada de lo que ya estaba.
-Hemos llegado. ¿Te parece bien si nos vemos el jueves después de la obra? vendré a buscarte al teatro.
-De acuerdo, tenemos mucho de que hablar- salí del coche aún temblorosa y me costaba encontrar las llaves de la portería dentro de mi bolso, cuando por fin las encontré y pude abrir la puerta, me giré para darle una última mirada de despedida a Alexandro, pero cuando me giré él ya se había marchado y yo apenas había escuchado el rugido del motor.

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