lunes, 27 de octubre de 2008

Capítulo 2 Parte 6 - La Librería

Esa noche tuve sueños revueltos. Soñé que Alexandro me miraba desde el fondo de un pasillo en penumbra y que se reía insistentemente, yo le llamaba y le rogaba que parara de reír pero él se reía más estridentemente y se cubría con una capa negra hasta desaparecer en medio de la oscuridad. Seguía escuchando su risa y yo empezaba a correr por el pasillo para intentar alcanzarle, mi corazón latía como un caballo desbocado y las lágrimas bajaban calientes por mis mejillas sin descanso. El vestido largo me impedía correr con agilidad y tenía que levantarlo para mover los pies más libremente y más rápido, de repente sentí que algo caliente bajaba por mis piernas, me detuve en seco con la negra espectativa de que pudiera ser algún bicho bizcoso que me hubiese atacado, pero era sangre que teñía mis piernas de rojo, sangre que salía de mis muñecas como un aspersor y bañaba mi cuerpo como si estuviera duchándome con mi propia sangre. Desperté agitada y aún me latía deprisa el corazón después de aquella pesadilla.

Me senté en la cama y mi cabeza me recordaba con un inmenso dolor que me había pasado un poco con la ingesta de vino en la noche anterior. La resaca era monumental y la sensación de angustia punzante.
Me levanté y me dirigí a la cocina, miré el reloj: las 11 horas. Me tomé un café negro, era lo único que mi estómago aceptaba y repudié los cigarrillos porque tenía la boca pastosa.

Me dí una ducha y después de acicalarme lo mejor que pude y tapar mis ojeras con un poco de maquillaje, miré en el ordenador, en las páginas amarillas, librerías en Madrid especializadas en temas esotéricos, tomé unas cuantas direcciones y me lancé presta en mi búsqueda de conocimiento mágico para repeler un poco el miedo que me invadía.

Decidí dejar mi coche en el aparcamiento y utilizar el metro, caminar y tomar el aire para recuperar un poco la salud que había dejado escapar con la fiesta del día anterior.

La primera librería era enorme, era la primera que salía en las páginas amarillas y más que una librería parecía un supermercado de productos esotéricos, tenía una sección de libros pero además tenía una sección sólo para las barajas de tarot, una sección para los productos de adivinación, otra para velas e inciensos y otra para toda una variedad de artilugios como gemas de distintas clases, péndulos, varitas mágicas, dagas, cáliz, amuletos con diferentes simbologías y hasta joyas con grabados rúnicos y celtas.
El lugar me encantó por lo enorme que era y la variedad que tenía y aunque los precios eran desorbitados decidí echar igualmente un vistazo a la librería para ver si podía sacar algo en claro.

Habían libros de magia, de runas, de tarot, de rituales, de teorías varias sobre la reencarnación y las vidas pasadas y un montón de temas religiosos y esotéricos que yo no alcanzaba a comprender. Me sentí aturdida ante tanta información y abrumada porque no sabía que era lo que tenía que hacer. Decidí echar un vistazo a un par de librerías más para contrastar impresiones y entonces ya vería como solucionar mi atasco mental.

Me dirigí pues a la siguiente librería que tenía apuntada en mi lista, y no sé porqué sentí una especial curiosidad cuando vi que se llamaba : El Pentáculo. Al leer el nombre lo primero que se me vino a la cabeza eran aquellas aburridas clases de matemáticas del instituto y me preguntaba que relación podría tener una librería esotérica con las matemáticas.

Después de dar unas cuantas vueltas por el barrio y preguntar a varias personas del lugar, encontré la librería, mi desorientación solía jugarme malas pasadas y solía perderme con bastante frecuencia. La librería tenía una puerta negra y discreta, el rótulo era pequeño y para leerlo con facilidad se tenía que mirar por lo menos a una distancia de unos 3 metros, la puerta estaba cerrada y había que llamar a un timbre para poder acceder al interior.
Llamé al timbre y después de que la puerta se abriera me introduje en un mundo que parecía fuera de este mundo, un lugar oscuro iluminado con unas cuantas lámparas naranja oscuro y estanterías antiguas con libros perfectamente apilados y ordenados. No habían artilugios ni objetos mágicos, sólo libros.

El mostrador estaba al fondo y podía ver a lo lejos la silueta de una delgada mujer que lo aguardaba. Empecé a mirar libros y continuaba tan perdida como en la librería anterior, habían libros de magia, de santería cubana, de adivinación... un repertorio parecido a lo que ya había visto y empecé a pensar que estaba perdiendo el tiempo. Noté una mano delicada que tocó mi brazo y cuando me giré para ver quién reclamaba mi atención, tuve que esperar unos segundos para emitir algún sonido porque mis pensamientos me tenían colapsada. La mujer parecía una virgen inmaculada, una ninfa que se acercaba para iluminarme con mi búsqueda y me costaba creer que alguien pudiera ser tan hermoso. Era grácil y delgada, blanca como el algodón y delicada en sus facciones, con unos ojos azules cristalinos y un cabello largo y ondulado que cubría toda su espalda y un palmo de sus caderas, llevaba una túnica blanca y pulseras que brillaban sutilmente a la tenue luz de las lámparas.

¿Si? Le dije cuando por fin pude reaccionar, y ella me dijo que si necesitaba ayuda estaría encantada en guiarme. Le expliqué que buscaba algo para protegerme de alguien, que era nueva en todo el tema del ocultismo y que no sabía como empezar.
Ella me recomendó un libro de magia celta, según ella bastante básico, que me daría las nociones necesarias para conseguir hacer un ritual de protección y que según ella creía era el tipo de magia perfecta para mí.

Obedecí sin rechistar y adquirí el libro, ella parecía leer mis pensamientos y me aseguró que era magia blanca y que no me haría ningún daño en absoluto.

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