jueves, 16 de octubre de 2008

Capítulo 1 Parte 3 - El Encuentro

Dije hola, y aquella figura espléndida que tenía delante se dio la vuelta, era un hombre joven, yo hubiese dicho que tenía 28 años, blanco como la nieve y con un cabello largo hasta los hombros y negro como el ébano, tenía unos ojos negros brillantes y unos labios rosados que se abrieron para enseñarme en una sonrisa unos dientes perfectos y alineados como si hubiera llevado braquets toda su vida.
No iba vestido como Napoleón ni como un duque, simplemente llevaba una camiseta verde, unos tejanos descoloridos y unos converse rojos desgastados por el uso y sucios que parecía que hubiese estado viviendo en el desierto. Era delgado y alto, y en la sonrisa había dejado entrever un atractivo varonil tan sensual que me dejó helada en un estremecimiento.

Pero mis pensamientos me tranquilizaron, pensé que un chico tan atractivo no podía ser más que eso, que seguro que hablaba y perdía todo el encanto, pensé que era demasiado bello para ser verdad y que con lo exigente que soy no tardaría mucho en ver todas las pegas que un chico cualquiera podía tener, quizás tenía novia, quizás simplemente sería demasiado hablador o demasiado callado, quizás no sería para tanto. Pero entonces dijo "hola, me han dicho que te has quedado sin gasolina" y me dí cuenta en el acto de que mis pensamientos tranquilizadores quedaron totalmente desacreditados, una persona con esa voz y con ese talante no podía tener pegas, sencillamente no podía tenerlas.

Y entonces me invadieron los pensamientos autocríticos y por primera vez en todo el día me hice consciente de como iba vestida, de que aspecto tenía yo ante semejante ángel y de que impresión podría causarle a alguien con las pintas que llevaba en ese momento, y la verdad es que el resultado de mi autoanálisis no fue para nada alentador. Llevaba una camiseta vieja que tenía un cartel de I'm fabolous totalmente desgastado de tantas lavadas, llevaba una falta negra y larga hasta las rodillas que sencillamente no tenía ningún encanto especial y llevaba mis converse negros que estaban casi tan desgastados como los suyos, pero a diferencia de él llevaba el pelo enmarañado por el viento, como Bridget Jones después de su viaje en descapotable con Daniel Cleaver, y allí estábamos, dos chicos con converse el uno frente a otro, pero uno con mejor aspecto que el otro y esa desgraciadamente no era yo, ¡Dios mío!

Después de autotorturarme me dí cuenta de que el me había hablado y yo aún no le había contestado, y entre tartamudeos constantes le dije que efectivamente necesitaba gasolina y que si me la daba yo estaría encantada en pagarle lo que hiciera falta. El me contestó que no tenían gasolina y me invitó a quedarme. Yo por supuesto necesitaba ir a Madrid y le pedí que alguno de sus empleados me llevara en su coche y que yo le pagaba lo que el me dijera, pero me dijo que no se trataba de dinero, me dijo que esa noche celebraba una fiesta y que necesitaría a todo el servicio pero que yo podía quedarme en la fiesta y que podía pasar allí la noche.

Como negarme ante semejante adonis? Por un lado, no quería que pensara que yo era una chica fácil, pero por otro lado no tenía manera de llegar a Madrid y además era simplemente una fiesta y yo no tenía nada mejor que hacer, sin contar el hecho de que el chico me tenía totalmente hipnotizada.

Acepté, y el me dijo que podía ducharme y que en la habitación de su hermana tendría vestidos que ponerme para la ocasión, al parecer la fiesta sería bastante formal y por supuesto yo no llevaba vestidos de etiqueta entre mi equipaje, después de decirle varias veces que me avergonzaba utilizar uno de los vestidos de su hermana y después de su constante insistencia en que que no pasaba nada por ello, accedí y le dí las gracias por la invitación.

Llamó a Eduardo, el mayordomo, le pidió que me acompañara a la habitación de su hermana y me dijo: "Por cierto, mi nombre es Alexandro" y se sirvió una copa de vino tinto.

Eduardo me llevó por un largo pasillo que estaba en la penumbra y después de subir unas escaleras interminables me dejó frente a una puerta torneada y me pidió las llaves del coche para aparcarlo y subir mis maletas, después de las pertinentes indicaciones de como funcionaba mi coche, Eduardo se marchó y me dejó allí enfrente de la habitación de una mujer que yo no conocía y de la que iba a usar su ropa, una habitación que jamás me hubiera podido imaginar, una habitación que cuando abrí la puerta me dejó con la boca abierta y la cara estupefacta.

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