domingo, 19 de octubre de 2008

Capítulo 1 Parte 7 - El Descubrimiento

Caminé por el pasillo largo y ancho, rodeada por puertas a diestra y siniestra, parecía el pasillo de un hotel de tantas puertas que tenía, y no sabía que hacer ni que puerta abrir hasta que vi una puerta roja con grabados de dragones que parecía la entrada a un santuario Chino ancestral. Levanté mi mano y la puse en el picaporte, la puerta no tenía cerrojo y podría entrar fácilmente, pero enseguida un tirón fuerte en mi brazo me apartó violentamente de la puerta: era Eduardo que me había agarrado con fuerza y me había empujado lejos de allí, me dijo que no podía estar allí y que en lugar de husmear me fuera a dar una vuelta por el Jardín.

Sé que no estuvo bien por mi parte querer entrar en la habitación de alguien que no estaba, pero no se podía consentir la manera tan brusca y violenta con la que Eduardo me había zarandeado.

Me fuí al Jardín, pero no me apetecía meterme en la piscina, así que caminé un poco rodeando la casa y empezaba a aburrirme seriamente cuando encontré el garaje de la casa y vi desde lejos los 4 coches que tenía Alexandro.
Eran coches realmente caros y tan bonitos que decidí echar un vistazo más de cerca. Todos ellos eran de colores oscuros 2 negros, 1 azul, y el otro verde, al parecer Alexandro prefería pasar desapercibido cuando conducía.

De repente llamó mi atención que en el fondo del garaje al lado de una caja de herramientas, habían dos galones de gasolina, no me lo podía creer, tenía que comprobar que realmente eso era gasolina.
Abrí uno de los galones para comprobar su contenido y el olfato y el tacto no me fallaron, definitivamente Alexandro me había mentido, ¿Porqué me dijo que no tenían gasolina cuando realmente si tenía? Todo aquello era perturbador, estrujaba mi cerebro mentalmente intentando encontrar una explicación lógica que pudiera disculpar su actitud, y lo único que se me ocurría era que yo le había gustado tanto a Alexandro que me mintió para retenerme en su casa. Y aunque la idea demostraba muy poca modestia por mi parte, no encontraba otro motivo plausible que atribuirle a la situación.

Me disponía a coger la gasolina para repostar mi coche, cuando me percaté de que la puerta que conducía al sótano estaba medio abierta, miré a mi alrededor para comprobar que Eduardo no andaba por allí y no me echaría la bronca de nuevo y bajé para ver algo más y comprobar si Alexandro podría haberme mentido en otras cosas.

Qué sorpresa! Alexandro tenía una bodega de vinos en el sótano, me gusta tanto el vino que enseguida me apresuré a mirar que tipo de uva tenía en almacenaje y que tan añejos eran sus vinos.
Cuando estuve lo suficientemente cerca vi que los vinos estaban conservados en frío, las estanterías eran neveras y me sorprendió mucho porque a pesar de mi poco conocimiento de el mundo de los vinos, sabía perfectamente que los vinos tintos no se refrigeraban y que para su conservación tendrían que tener una temperatura templada ideal de más o menos 15º.

Cogí uno de ellos y la etiqueta rezaba CABERNET SAUVIGNON de 5 años, me pareció el vino ideal para tener en conserva pero estaba tan frío que estaba contrariada. Cogí un saca corchos y decidí abrirlo, no me iba a ir de allí sin descubrir lo que estaba pasando. El tapón salió con facilidad, olfateé la botella y despedía un olor oxidado que desde luego no era de vino, ¿ Qué podía guardar en estas botellas? Temblando cogí una copa y serví un poco, Dios mío!!!! parecía sangre, era rojo y balsámico, ¿Qué significa esto?
Dí un sorbo y al comprobar que mis sospechas eran ciertas, me dí cuenta de que tenía que marcharme de aquella casa lo antes posible.
Metí el tapón en la botella con un poco de esfuerzo, la dejé en su sitio y salí corriendo, cogí uno de los galones de gasolina, una manguera y me fuí apresuradamente a repostar mi coche.

Cuando estaba en la faena con mi coche, se me acercó Eduardo y me preguntó que que estaba haciendo, no se me ocurrió otra cosa que decirle que tenía que marcharme porque me habían llamado de la compañía de teatro y que tenía que presentarme allí urgentemente.
Eduardo puso cara de agrio, como si se hubiese chupado el zumo de un limón y se marchó apresuradamente.
Yo tenía miedo de que llamara a alguien y me impidieran irme y no sabía si debía ir por mis maletas o coger el coche a toda prisa y largarme de ahí como un rayo. Decidí que si quería que no se diesen cuenta que descubrí la bodega con las botellas de sangre, lo mejor sería actuar con normalidad, así que entré en la casa a toda prisa cogí mis maletas, dejé algo de dinero sobre una mesa para pagar la gasolina que tomé del garaje y salí corriendo hacia el coche, lo encendí y salí de aquella casa temblando y con mi corazón latiendo tan rápido que pensé que me saltaría del pecho.

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